VIVENCIAS PREMIADAS EN EL XVI PREMIO OROLA 2022

Primer premio de 5000 euros para «Bajo el cielo de Salamanca» de Cèlia Roca Martín (Barcelona).

Un texto que con una cuidada prosa cargada de bellas imágenes, nos muestra los sentimientos de responsabilidad y temor de Francisco de Vitoria mientras trabaja sobre sus ideas en la biblioteca de la Universidad de Salamanca. Sabe que sus tesis le llevarán a enfrentarse a los círculos de poder y a cuestionar al papa Alejandro VI.

BAJO EL CIELO DE SALAMANCA 

Alza los ojos del mar de incunables, plumas de oca, lápices de plomo, reglas y tinteros, y los posa en la bóveda celeste que orna el techo. Arropado por el silencio denso de la biblioteca de las Escuelas Mayores, el fraile dominico se siente abrumado bajo aquel firmamento cian perlado de estrellas gualdas y representaciones zodiacales, surgido del pincel y el genio de Fernando Gallego. «Porque yo veré tus cielos, obra de tus dedos; Luna y estrellas que Tú fundaste», lee en la inscripción que lo jalona. No puede evitar pensar en el Creador de todas las criaturas que aman y sufren bajo ese mismo universo: hijas de un mismo Padre, más allá de la orilla que las ha visto nacer. Seres humanos libérrimos, dueños de la tierra feraz que les procura el sustento, y, en el caso del Nuevo Mundo, de cuyas entrañas se arranca el oro que viste los palacios e iglesias de la anquilosada Europa.

Una sonrisa aciaga se tensa en un rostro como una ballesta. Crispa los dedos sarmentosos y céreos sobre aquellos legajos en los que trata de pergeñar su ideario. Para defender la obra de Dios, deberá enfrentarse a su ministro en la Tierra. Refutar las bulas de Alejandro VI, aquellas que a la sazón legitimaban a los conquistadores para desposeer a los indígenas de sus propiedades. Cuestionar la autoridad papal, negándole el poder temporal que podría constreñirlos a abandonar su fe. Los ecos del sermón de Antón Montesino, pronunciado años atrás, aún le resuenan como puñadas en el alma: la esclavitud nada tiene que ver con la cantidad de sol que les besa la piel.

Fray Francisco de Vitoria garrapatea los últimos renglones y abandona la estancia, antes de fundirse con el aire glacial y la niebla batida que se derrama sobre el cielo de Salamanca. En unas horas, comenzará su cátedra.

 

 

 

Segundo premio de 2000 euros para «Silencios» de Héctor Daniel Olivera Campos (Barcelona).

Nos sitúa con una prosa ágil y precisa en la tesis de un doctorando para poner en valor grandes hitos de la historia y el pensamiento español. Resalta cómo en otras culturas como la británica, se venera a sus autores, en contraste con la exigua relevancia que le otorgamos en España a autores de la talla de Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca. Esto nos convierte a los españoles, con nuestros silencios, en corresponsables del éxito que la leyenda negra de España ha tenido en el extranjero.

SILENCIOS 

El doctorando quiso hacer una aproximación creativa respecto a la controversia acerca de la leyenda negra española, su empeño no consistió en refutarla y rebatir lo que se afirmaba, sino, en poner en valor los logros de la nación española que se habían silenciado interesadamente.

Era obvio que afirmar que la edad moderna comenzaba en 1453 con la caída de Constantinopla a manos de los turcos, en vez de 1492 con el descubrimiento de América, era una convención para desmerecer la gesta colombina. O que se endiosaba a Shakesperare para desmerecer a todo el Siglo de oro español.

Pero, sobre todo, se silenciaba la obra de Francisco de Vitoria, catedrático de la universidad de Salamanca. Una eminencia que fue el padre del derecho internacional, aunque otros autores dataran su aparición con la paz de Westfalia, un siglo después. El sabio qué sentó las bases del pensamiento económico liberal dos siglos antes que Adam Smith. Alguien que reflexionó sobre la naturaleza del Estado, al que, al contrario de Maquiavelo, si le ponía límites morales a su actuación. El filósofo que esbozó que estados guerreros tienen responsabilidades y los no combatientes tienen derechos, teoría que sería consagrada por las posteriores Convenciones de La Haya y de Ginebra. El filántropo que se preocupó por los derechos humanos dos siglos antes de la Ilustración y junto con Bartolomé de las Casas, logró que se promulgasen las Leyes de Indias que concedían a los indígenas de América el estatus de seres humanos libres bajo la protección de la corona.

El doctorando demostró, tan sólo tomando a uno de los sabios de la escuela de Salamanca, que la leyenda negra no sólo se construye con tergiversaciones y mentiras, también con silencios.

 

 

 

Tercer premio de 1000 euros para «Carta perdida de Domingo de Soto a Ginés de Sepúlveda» de Pablo Macías Casado (Valladolid).

Una supuesta carta que ahonda en la controversia sobre la justificación de la guerra y de la represión a los indígenas. Aprovecha así para exponer con un cuidado lenguaje las tesis de la Escuela de Salamanca.

CARTA PERDIDA DE DOMINGO DE SOTO A GINÉS DE SEPÚLVEDA

Docto y Cronista Ginés de Sepúlveda, os escribo tras leer De Regno et Regis officio. Cristo dijo: «Si tu hermano peca, ve y redargúyele entre ti y él solos». Para vos es causa justa de guerra someter al servicio del imperio a hombres de naturaleza malvada, pues el imperio sirve a Dios. Sabed que por vuestras palabras mueren cristianos y se les niega toda esperanza de conversión a hombres que no saben de Cristo.

Os he oído decir que los indios pecan porque sus leyes pecan contra natura, que la guerra contra ellos es justa por sus niños y sus venideros niños, para evitar la opresión de sus padres. Si la ley peca, castigad la ley, no a sus sometidos. En la guerra los débiles defienden no su ley, sino su vida, don divino. La ley se combate con palabras, que no hieren sino al orgullo y a la sinrazón. ¿No son palabras las Sagradas Escrituras? En la cuestión de las Indias prima aprender su lengua y enseñar la nuestra, adoctrinar y volver a los indios fieles súbditos a la corona. En vez de espadas, libros, en vez de fuego, imágenes de Nuestra Señora, más capaz que todos los ejércitos.

Nuestra S.C.R.M., el rey, aconsejado por los doctos, promulga para todas las Españas la ley humana, y es buena, se aproxima a la ley divina en la medida que entendemos su Palabra gracias a la humilde labor de estudiosos del hebreo y el griego, tan ajenos al latín como el español para los indios. Esa ley algún día será la del mundo, hasta entonces recordad a Cristo. ¿No fue una espada lo que recriminó usar a Simón Pedro? Él salvó nuestra alma, hecha con amor, digna de amor, con palabras.

Quien usa la guerra, peca. Quien se cree con la razón por ser aliado de poderosos, peca. Todos somos siervos de Dios, solo Dios es invencible, solo a Dios sirven los siglos.

Con esperanza, deseando vuestra respuesta,

Fray Domingo de Soto

Cuarto premio de 1000 euros para «Corazones helados» de Marian Oller Veloso (Madrid).

Nos muestra la congoja de Francisco de Vitoria al comprobar las injusticias que algunos conquistadores infligen a los indios del Perú. Fruto de estas preocupaciones escribe su Doctrina sobre los indios y reconoce la dignidad de una persona independientemente de su religión, sembrando el germen del derecho internacional y de los derechos humanos.

CORAZONES HELADOS

Después de impartir la última clase del día, Francisco de Vitoria se dirige a su celda con vistas al claustro en el Convento de San Esteban. Sobre su escritorio, un candelero ilumina las últimas cartas recibidas de misioneros dominicos. En ellas se denuncian las crueldades a las que algunos conquistadores someten a los indios en Perú. El dominico, compungido de corazón, siente cómo el frío de la injusticia le cala en sus doloridos huesos.

Evidencia que la Corona sigue amparándose en la evangelización y el monopolio del comercio como títulos legítimos para justificar la conquista. Francisco de Vitoria, que no es un teólogo decadente, sabe que eso no lo justifican los principios cristianos y comienza por denunciar la Ley de Requerimiento ante el monarca y el Papa, para reinterpretar las Bulas Alejandrinas.

Toma la pluma y comienza a escribir su «Doctrina sobre los Indios». Amparándose en el Derecho Natural, reconoce que la dignidad de una persona es independiente de su religión. Vitoria defiende los derechos naturales de los indios y reivindica que les sean devueltos los bienes y las tierras que les han sido arrebatados.

Francisco de Vitoria y sus discípulos de la Escuela de Salamanca, con el Derecho de Gentes, sembraron hace más de 480 años el germen de lo que hoy conocemos como Derecho Internacional y fueron los precursores de los Derechos Humanos.

Con su legado, definieron también el concepto de iure Belli, que hoy se ve amenazado con las situaciones bélicas que se viven en numerosos países. Es desalentador comprobar que algunos mandatarios de las potencias de este mundo globalizado mantienen las formas de actuar de los Imperios del siglo XVI, y siguen helando corazones cometiendo las mismas atrocidades.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VIVENCIAS FINALISTAS