VIII CONCURSO
PREMIO OROLA DE VIVENCIAS
2014
VIVENCIAS PREMIADAS EN EL VIII PREMIO OROLA 2014 «FACER ESPAÑAS»
El jurado del VIII Premio Orola ha otorgado los galardones siguientes:
Primer premio de 3000 euros para «Ocasiones para estremecerse» de Esteban Torres Sagra, de Úbeda (Jaén).

OCASIONES PARA ESTREMECERSE
Cuando alguien grite un gol de River o de Boca.
Cuando alguien redacte un capítulo de una novela
o componga una décima en un departamento de Cagüey.
Cuando una idea se refleje sobre un renglón rectilíneo,
no importa cuán largo o erudito sea,
o un niño escrute el horizonte con un periódico cilíndrico
y exalte desde su corazón la belleza de la aurora que se oculta en Guanajuato.
Cuando un adolescente en Asunción
quiera contar al mundo que se ha enamorado de una tímida,
y esta le responda, o no, con un beso o una excusa, según.
Cuando se ampute el silencio en Matanzas
o se articule un verbo en San José de Costa Rica,
un verbo que nunca se dijo antes porque no era necesario.
Cuando se mojen por accidente los pies en el Orinoco
y se blasfeme, con acento de Barrancas, al sentir húmedos los calcetines.
Cuando se pronostiquen sucesos nimios
en cartas dirigidas a una amante uruguaya, lejana y misteriosa,
y cuando la amante lejana y misteriosa proponga una cita en una cafetería de Montevideo.
Cuando un soldado beba vino de Mendoza
mientras lee en voz alta un discurso de Sandino.
Cuando el cacao y el café hilvanen conversaciones fragantes en una chocolatería de Managua.
Cuando se sorba mate mientras se oye un tango bonaerense en la penumbra de un garito.
Cuando un panameño te diga al oído en la Gran Vía madrileña,
en Tegucigalpa, en la Muralla China o a las puertas del Moma:
«Soy tu hermano»,
y sientas en las venas una ebullición desconocida,
y se erice el vello de tus brazos, y el corazón te lata marcándose una cumbia.
Cuando alguno de los más de trescientos millones
que «facemos las Españas» lea atentamente este poema,
y se emocione, o se indigne, o quede indiferente,
será la ocasión propicia para volver a estremecernos
por compartir de nuevo un gran tesoro:
el acervo cultural de nuestro idioma.
Segundo premio de 2000 euros para «Los versos que yo escribo» de M.ª José Toquero del Olmo, de Valencia.

LOS VERSOS QUE YO ESCRIBO
Con el balbuceante asombro del hechicero que descubre el signo del sol, con el entusiasmo de la tribu que propaga la magia de la esférica luz, con la alegría del avaro que, sopesando una moneda, extrapola la magnitud del tesoro encontrado, así comenzamos la epopeya de nombrar. Con ocres y bermellones, aprendimos a iluminar las manadas de bisontes prehistóricos y a pronunciar estampida y opulencia. Rodaron entonces las palabras como piedras fluviales por la geografía de una península que aún no tenía nombre. Se hicieron sagradas en los bosques de los celtas y brillaron en los metales tartesios. Se achicaron ante el torrente abrumador de las legiones romanas y se mezclaron luego con la poderosa lengua de los conquistadores. Palabras orfebres que coronaron las testas de los reyes visigodos. Palabras aromáticas y preciosísimas venidas desde Oriente que nos cautivaron. Palabras glosadas en la paz de los monasterios. Palabras que los sabios de Toledo pulieron y entregaron al mundo. Palabras que se embarcaron en las carabelas y forjaron patrias más allá del dolor que causaron… Palabras que hicieron España allí donde una boca las pronunciaba. Palabras que transmigran desde el pasado remoto, palabras recién estrenadas, palabras que yo amo y lamo, palabras que yo arrebato y bato, palabras que yo rescato y cato… Todas esas palabras quiero para mí. ¡Que se incendien y se hagan cántico en los versos que yo escribo!
Tercer premio de 1000 euros para «El pasadizo» de Laura Cabedo Cabo, de Valencia.

EL PASADIZO
Recuerdos, retazos del pasado en gris vistos a través del cristal empañado del tiempo. Así evoco a mi madre, cuando en las noches frías leía en voz alta aquel viejo libro de tapas desgastadas que nos calentaba el espíritu, a la vez que el pan y la leche hirviendo alimentaban nuestros impacientes cuerpos. Los ojos de mis hermanos pequeños tintineaban como nuestras sombras sobre la pared del humilde comedor, a la luz del hogar encendido, mientras escuchábamos aquellas palabras que casi no entendíamos, encandilados con las dulces cadencias de su lengua.
Fuera, la nieve cubría por completo el espacio entre la atrocidad y nuestros sueños.
Fuimos hijos de la guerra española; semillas esparcidas muy lejos.
Madre guardaba su lenguaje en un arcón que albergaba nuestro pasado apenas conocido, la razón de nuestra voz. Jamás nos pidió nada, solo que recordásemos siempre aquellos fragmentos. Yo, instintivamente, atravesaba una diminuta puerta, el pasadizo a la tierra que ella y un caballero andante pintaban para nosotros cada noche con sus palabras.
Pasaron cincuenta años hasta que volvimos a abrazarnos en España. Mi hermana Ana voló desde Novosibirsk y mi hermano Luis acudió desde México. Ana, chapurreando un castellano maltrecho por el tiempo, recordó bellos paisajes llenos de doncellas y amor épico. Luis habló de tierras doradas de espigas, de gigantes y aventureros en lucha contra el mal. Yo sabía que estaban equivocados, nuestra niñez cabalgó a lomos del humanismo, la filosofía y la fuerza de la imaginación. Nos pusimos a recitar pasajes diferentes los tres a un tiempo. De pronto nos miramos a los ojos y atónitos, quedamos callados.
-Abuelo, ¿ese es el secreto?
-Sí mi niño.
-¿Me lo leerás por las noches aunque ahora yo tenga que irme lejos?
VIVENCIAS FINALISTAS
Nº | TÍTULO |
63 | COLLIURE |
87 | OCASIONES PARA ESTREMECERSE |
299 | FERVOR DE GUADALUPE |
319 | ESPAÑA |
346 | CONQUISTA |
354 | LOS VERSOS QUE YO ESCRIBO |
458 | YO CONTIGO, TÚ CONMIGO |
497 | TIERRA DE EMOCIONES |
506 | EL PASADIZO |
527 | Y ALLÁ VAMOS, LLORANDO |