

GANADORES DEL XIX PREMIO OROLA 2025
TEMA: FERNANDO III EL SANTO
El XIX Premio Orola de Vivencias ya tiene ganadores. Como años atrás ha sido muy difícil la elección debido al alto nivel de las vivencias presentadas, todas con un gran valor literario e histórico.
El primer premio, con una dotación económica de 5000 euros, corresponde a José María Remesal Pérez de Lorca (Murcia) por su vivencia «Testamento de un rey». El segundo premio de 2000 euros es para Cristina García Grueso de Madrid por su vivencia «Fernando III: el fundamento de la luz». Y, por último, el tercer premio, con una dotación de 1000 euros, se otorga a Raúl Ordás Fernández de Trobajo del Camino (León) por «Entrada en Sevilla».
Desde la editorial queremos dar la enhorabuena a los tres ganadores y también nuestro agradecimiento a los más de trescientos concursantes que han participado en esta edición del premio en 2025.
Primer premio de 5000 euros para la vivencia «Testamento de un rey» de José María Remesal Pérez de Lorca (Murcia).

TESTAMENTO DE UN REY
No soy más que el viajero de un destino
que nunca me ha pertenecido.
El tiempo me sostiene en su engranaje
como sostiene el río la ceniza
de un árbol consumido por la historia.
Soy rey, pero no guardo entre mis manos
el oro de los dioses ni el relámpago
con que otros gobernaron en la tierra.
No hay gloria en el puñal que rompe el alba,
ni en la ambición de acero de los reyes
que solo ven la vida en los estandartes.
He visto alzar ciudades y he sentido
su aliento sofocado entre las piedras.
He visto arder la fe sobre los muros,
templos que se vistieron de ceniza
y lunas que lloraban entre rezos.
He visto a los vencidos en las sombras,
cubriendo con sus manos la derrota,
y he visto a los vencedores en la luz
descubrir que la gloria es solo polvo.
Si algo aprendí del fuego,
si algo aprendí del miedo y las espadas,
es que la eternidad se mide en surcos,
en libros que resisten a la guerra,
en labios que pronuncian dos idiomas
y encuentran en sus voces la concordia.
No soy más que un viajero de los siglos,
un nombre en el latido de la piedra,
un eco que murmura en las esquinas
el sueño de un jinete solitario.
Si alguien me busca,
que no me encuentre en mármoles
ni en crónicas escritas por la espada.
Que busque en la oración de los humildes,
en manos que construyen y no hieren,
en quien aprende a amar sin rendiciones
y en quien, al ver la sombra de otro hombre,
no pregunta su patria ni su credo.
Segundo premio de 2000 euros para la vivencia «Fernando III: el fundamento de la luz» de Cristina García Grueso de Madrid.

FERNANDO III: EL FUNDAMENTO DE LA LUZ
Los reyes se suceden como el pulso de la historia: algunos son sombra que se desvanece, otros quedan anclados en la carne de los siglos. Fernando, en cambio, no es solo un nombre en la piedra, sino la argamasa misma que sostuvo un reino que aún no entendía su unidad.
Nació en la incertidumbre de los tronos divididos, donde Castilla y León se miraban como hermanos distantes, atados por la sangre pero separados por el orgullo. Su madre, Berenguela, le enseñó que el poder es más que conquista: es permanencia. Y él aprendió pronto que unificar no es imponer, sino entretejer. Su reino no se alzó sobre ruinas, sino sobre la alquimia de lo diverso.
Era un hombre de hierro y de fe, pero no de la fe cruel que empuña la espada sin mirar atrás, sino de la que comprende que la eternidad no se gana solo en el campo de batalla, sino en la pluma, en la ley, en la lengua. En su corte, las palabras se fundieron como metales preciosos: el latín de los clérigos, el romance de los suyos, el árabe y el hebreo de los que habían hecho de la península un crisol de sabiduría. Fernando no solo conquistó ciudades, sino que las moldeó, permitiendo que la savia de siglos fluyera en nuevas formas.
Sevilla fue su último gran aliento, la ciudad que se rindió ante su paciencia más que su propio ejército. No quemó su historia, la habitó. Entró a la mezquita con respeto, no con furia y cuando el alminar de la Giralda vio alzarse la cruz, no fue el fin de una era, sino el comienzo de otra. No murió como un monarca envuelto en oro, sino como un hombre que comprendía su propia fragilidad. Su legado no fue una corona, sino una visión.
Tercer premio de 1000 euros para la vivencia «Entrada en Sevilla» de Raúl Ordás Fernández de Trobajo del Camino (León).

ENTRADA EN SEVILLA
El peso del sol aún dormía en la piedra. A lo lejos, donde las murallas se fundían con el cielo, los últimos jirones de humo dibujaban en el aire una caligrafía de derrota. Habíamos entrado sin resistencia, con la paciencia de quien deshoja, pétalo a pétalo, la flor de un reino ajeno. Sevilla, la dorada, la perezosa, la antigua, yacía extendida ante mí como un animal herido, con sus torres aún en pie y sus calles impregnadas de una nostalgia ardiente.
Desmonté con la lentitud de quien entiende que la historia no necesita prisa. La arena crujió bajo mis botas. A mi derecha, una fuente lanzaba al aire su última letanía, una cinta de agua deslizando la lengua de los vencidos sobre el mármol polvoriento. No sé por qué, pero me vino a la mente un recuerdo de infancia: la sensación húmeda de la lluvia sobre los aleros de Burgos, el aroma a lana empapada, las botas pesadas chapoteando en el barro. ¿Había pensado entonces, niño aún, en la idea de poseer un reino?
Un anciano me observaba desde la penumbra de un arco. Su túnica, limpia y sencilla, se movía apenas con la brisa. En su rostro se dibujaba una ecuación que ya había visto antes: miedo y orgullo, en una proporción exacta. No parecía temerme como se teme a la espada de un soldado, sino como se teme a la corriente de un río que todo lo arrastra.
—Señor, —su voz era una piedra arrojada a un pozo—, ¿qué haréis con Sevilla?
Miré a mi alrededor, dejando que mis ojos resbalaran sobre las columnas esbeltas, los azulejos cubiertos de polvo, los jardines sumidos en una melancolía vegetal. Mi respuesta llegó con el tono de quien se contesta a sí mismo más que al otro.
—Nada —murmuré—, salvo dejar que siga siendo hermosa.
En algún lugar, oculto entre la maraña de arcos y sombras, un ruiseñor cantó.
VIVENCIAS FINALISTAS
N.º | TÍTULO | ORIGEN |
77 | Doña Berenguela | Alcoy (Alicante) |
97 | Speculum regis | Málaga |
110 | La cruz y la espada | Madrid |
119 | Entrada en Sevilla | Trobajo del Camino (León) |
143 | Fernando III: el fundamento de la luz | Madrid |
168 | Testamento de un rey | Lorca (Murcia) |
190 | El umbral de Sevilla | Ciudad Real |
195 | Rex Fernandus montesinus | Arcillera (Zamora) |
200 | El rey Fernando III ante el Señor | Gijón |
203 | El santo en la sombra | Buenos Aires (Argentina) |
242 | A las puertas del último viaje | Cáceres |
266 | Atalaya de mármol | Paterna (Valencia) |
273 | Lo que arde bajo la piedra | Valencia |
291 | Donde rezan las piedras | Barcelona |
346 | El silencio, el mosaico y la urdimbre | Sevilla |
390 | Conversaciones | Nuevo Baztán (Madrid) |
405 | El eco en la piedra | Valencia |
456 | El herrero de Lobera | Alcedo (Cantabria) |
504 | La vigilia de los muros | Madrid |
557 | La tumba y el tiempo | Las Rozas (Madrid) |